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¿Qué pasó con los integrantes de la Caravana Migrante de hace un año? Desde EU nos cuentan cómo lograron cruzar la frontera.

Eyer Mauricio Mancia Arana, de San Pedro Sula, en Honduras, es un tipo que sabe resolver sus problemas. Tiene 35 años y desde hace poco menos de un año vive en Hillsborough, Carolina del Norte, junto a su hijo Ezequiel, de 6. Trabaja en remodelaciones de viviendas, a veces como DJ y, a falta de saber inglés, utiliza el traductor de Google para rellenar los papeles que le piden en su proceso de solicitud de asilo. “El juez le pide a uno que busque un abogado, pero no tengo”, dice desde Estados Unidos. 
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La precariedad es tener que recurrir a Internet para completar unos documentos que pueden determinar tu vida para siempre.

Las cifras dicen que Eyer Mauricio tiene pocas probabilidades de ser aceptado en Estados Unidos. Según un informe de la universidad de Siracusa, con datos recabados durante el año fiscal 2018 en ese país, solo el 21.2% de las peticiones de refugio de hondureños son aceptadas. Es decir, que ocho de cada diez personas que piden protección son devueltas a su país. 

La misma suerte corren salvadoreños y guatemaltecos: solo aceptan al 23.5% y al 18.8%, respectivamente.

Todos los países del Triángulo Norte de Centroamérica están por debajo de la media de aceptación, que es del 35%. Aún con menos gente a la que se reconoce el refugio está México. Apenas al 15.5% de los mexicanos que pidieron asilo en Estados Unidos se les concedió en 2018.

A pesar de las apariencias, Eyer Mauricio representa al sector de los que triunfaron en la caravana migrante procedente de Centroamérica. Hace un año soportó todo tipo de penurias con un objetivo en la cabeza, cruzar a Estados Unidos, y lo consiguió.

El 12 de octubre de 2018, 200 personas se reunieron en la central de autobuses de San Pedro Sula, en Honduras. Fue el origen de la caravana. Durante un mes y medio, miles de personas (las estimaciones de organizaciones de derechos humanos y activistas que participaron como observadores hablan de 10 mil repartidas en cuatro marchas) atravesaron México con destino a Estados Unidos. 

No hay cifras sobre cuántos tuvieron éxito, cuántos fueron deportados y cuántos terminaron estableciéndose en México. De hecho, la caravana fue utilizada como argumento por la administración de Donald Trump para endurecer los controles y buscar acuerdos como el firmado con México para que este ejerciese de guardián. Sin embargo, el incremento en el número de detenciones en la frontera es posterior.

Mancia Arana tenía un plan: saltar la valla y entregarse a la patrulla fronteriza. Asegura el hombre que tiene pruebas de que su vida está en peligro. Que fue extorsionado por pandilleros y que dispone de los registros de las amenazas. Que recibió una paliza y amenazas de muerte. Así que su esperanza era contar todo esto al juez y que este se apiadase de ellos. 
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El 15 de noviembre, padre e hijo decidieron probar suerte. Ya habían esperado mucho y escuchaban los rumores de que el grueso de la caravana se acercaba. Más gente implicaba que la frontera estuviese más caliente. 

Buscaron un lugar en el que camuflarse y, cuando vieron que el salto era seguro, atravesaron el muro e ingresaron en territorio estadounidense a través de un punto indeterminado entre Tijuana y la Rumorosa. 

Padre e hijo saltaron la valla y fueron arrestados. Permanecieron encerrados unos días hasta que un juez los puso en libertad. Ahora aguardan el penoso trámite en el que un funcionario norteamericano decide si cree que tu vida corre realmente peligro o te manda de vuelta a tu país. Lo importante no es que tu vida esté o no en riesgo, sino que él se lo crea. 

Mientras aguardan su próxima cita, que será en mayo, padre e hijo están instalados en el condado de Hillsborough, en Carolina del Norte. El mayor, trabajando por un salario de entre 75 y 90 dólares al día. El pequeño, escolarizado en un colegio estadounidense. 

Ambos tuvieron suerte, mucha suerte. Cuando decidieron saltar la valla no estaba en marcha el plan de Donald Trump para que los solicitantes de asilo en Estados Unidos tengan que esperar en México. El primer retornado llegó a Tijuana el 30 de enero. Si Eyer Mauricio y Ezequiel hubiesen cruzado ahora, lo más probable es que hubiesen corrido la misma suerte. Sin red familiar, vulnerables, con una cita para meses después, atrapados en una ciudad como Tijuana, que en 2018 fue calificada como la más violenta del mundo por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP), debido a sus más de 2 mil 500 asesinatos. 
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